Tiempo de lectura para niños: 7 min
Érase una vez un anciano poeta, muy bueno y muy viejo. Un atardecer, cuando estaba en casa, el tiempo se puso muy malo; fuera llovía a cántaros, pero el anciano se encontraba muy a gusto en su cuarto, sentado junto a la estufa, en la que ardía un buen fuego y se asaban manzanas.
– Ni un pelo de la ropa les quedará seco a los infelices que este temporal haya pillado fuera de casa -dijo, pues era un poeta de muy buenos sentimientos.
– ¡Ábrame! ¡Tengo frío y estoy empapado! -gritó un niño desde fuera. Y llamaba a la puerta llorando, mientras la lluvia caía furiosa, y el viento hacía temblar todas las ventanas.
– ¡Pobrecillo! -dijo el viejo, abriendo la puerta. Estaba ante ella un rapazuelo completamente desnudo; el agua le chorreaba de los largos rizos rubios. Tiritaba de frío; de no hallar refugio, seguramente habría sucumbido, víctima de la inclemencia del tiempo.
– ¡Pobre pequeño! -exclamó el compasivo poeta, cogiéndolo de la mano-. ¡Ven conmigo, que te calentaré! Voy a darte vino y una manzana, porque eres tan precioso. Y lo era, en efecto. Sus ojos parecían dos límpidas estrellas, y sus largos y ensortijados bucles eran como de oro puro, aun estando empapados. Era un verdadero angelito, pero estaba pálido de frío y tirítaba con todo su cuerpo. Sostenía en la mano un arco magnifico, pero estropeado por la lluvia; con la humedad, los colores de sus flechas se habían borrado y mezclado unos con otros. El poeta se sentó junto a la estufa, puso al chiquillo en su regazo, escurrióle el agua del cabello, le calentó las manitas en las suyas y le preparó vino dulce. El pequeño no tardó en rehacerse: el color volvió a sus mejillas, y, saltando al suelo, se puso a bailar alrededor del anciano poeta.
– ¡Eres un rapaz alegre! -dijo el viejo-. ¿Cómo te llamas?
– Me llamo Amor -respondió el pequeño-. ¿No me conoces? Ahí está mi arco, con el que disparo, puedes creerme. Mira, ya ha vuelto el buen tiempo, y la luna brilla.
– Pero tienes el arco estropeado -observó el anciano.
– ¡Mala cosa sería! -exclamó el chiquillo, y, recogiéndolo del suelo, lo examinó con atención-. ¡Bah!, ya se ha secado; no le ha pasado nada; la cuerda está bien tensa. ¡Voy a probarlo! -. Tensó el arco, púsole una flecha y, apuntando, disparó certero, atravesando el corazón del buen poeta.- ¡Ya ves que mi arco no está estropeado! -dijo, y, con una carcajada, se marchó. ¡Habíase visto un chiquillo más malo! ¡Disparar así contra el viejo poeta, que lo había acogido en la caliente habitación, se había mostrado tan bueno con él y le había dado tan exquisito vino y sus mejores manzanas! El buen señor yacía en el suelo, llorando; realmente le habían herido en el corazón. -¡Oh, qué niño tan pérfido es ese Amor! Se lo contaré a todos los chiquillos buenos, para que estén precavidos y no jueguen con él, pues procurará causarles algún daño. Todos los niños y niñas buenos a quienes contó lo sucedido se pusieron en guardia contra las tretas de Amor, pero éste continuó haciendo de las suyas, pues realmente es de la piel del diablo. Cuando los estudiantes salen de sus clases, él marcha a su lado, con un libro debajo del brazo y vestido con levita negra. No lo reconocen y lo cogen del brazo, creyendo que es también un estudiante, y entonces él les clava una flecha en el pecho. Cuando las muchachas vienen de escuchar al señor cura y han recibido ya la confirmación él las sigue también. Sí, siempre va detrás de la gente. En el teatro se sienta en la gran araña, y echa llamas para que las personas crean que es una lámpara, pero ¡quiá!; demasiado tarde descubren ellas su error. Corre por los jardines y en torno a las murallas. Sí, un día hirió en el corazón a tu padre y a tu madre. Pregúntaselo, verás lo que te dicen. Créeme, es un chiquillo muy travieso este Amor; nunca quieras tratos con él; acecha a todo el mundo. Piensa que un día disparó, una flecha hasta a tu anciana abuela; pero de eso hace mucho tiempo. Ya pasó, pero ella no lo olvida. ¡Caramba con este diablillo de Amor! Pero ahora ya lo conoces y sabes lo malo que es.

Antecedentes
Interpretaciones
Lengua
„El niño travieso“ por Hans Christian Andersen es un cuento que personifica al Amor como un niño pequeño y travieso que causa travesuras y problemas. En el cuento, un anciano poeta, conocido por su buen corazón, abre la puerta de su hogar a un niño desnudo y empapado por la lluvia. Este niño resulta ser el Amor, quien, después de haber sido cuidado y calentado por el poeta, utiliza su arco y flechas para herirlo en el corazón. Aunque el poeta es amable y compasivo al principio, se siente traicionado cuando el Amor lo hiere.
Este cuento ilustrado cuenta cómo el Amor, a pesar de su aspecto angelical, es astuto y perjudica a las personas de diferentes maneras. Desde estudiantes que creen equivocadamente que es uno de ellos hasta chicas inocentes que regresan de la iglesia, el Amor sigue causando travesuras y afecciones por donde pasa. El cuento sugiere que el Amor es un fenómeno universal e inevitable que afecta todos los aspectos de la vida, incluso a los ancianos. El mensaje subyacente es que la naturaleza del Amor puede ser complicada y, a veces, dolorosa, y que es una fuerza que afecta a todos, independientemente de su precaución o inmunidad percibida.
Usando la fábula y el simbolismo, Andersen ofrece una reflexión sobre las experiencias humanas con el amor, mostrado no solo como una fuerza hermosa y angelical, sino también como algo que puede traer dolor y confusión. Con esta narración, Andersen retrata el complejo y, a menudo paradójico, poder del Amor en la vida de las personas.
“El niño travieso” de Hans Christian Andersen es un relato breve cargado de simbolismo que explora la naturaleza traviesa y, a menudo, impredecible del amor personificado. En el cuento, un anciano poeta, compasivo y bondadoso, acoge a un niño empapado por la lluvia, que luego se revela como Amor, un niño con aspecto angelical pero con un comportamiento traicionero.
El poeta representa la ingenuidad y la bondad innata del ser humano, que se desviven por ayudar a quien lo necesita. El niño, por otra parte, simboliza el Amor en su forma más caprichosa y volátil. A pesar de la hospitalidad y la bondad del poeta, el joven Amor lo traiciona disparándole una flecha en el corazón, una clara metáfora de cómo el amor puede ser tanto una bendición como una desgracia, a menudo causando un dolor inesperado.
Este cuento parece advertir sobre la naturaleza impredecible del amor. Aunque Amor pueda parecer inofensivo y atractivo, puede causar heridas profundas en aquellos a quienes toca. Andersen sugiere que, a pesar de las advertencias, las personas siguen siendo víctimas del Amor, ya que este no discrimina y está siempre al acecho, afectando a personas de todas las edades.
El uso del personaje del poeta también puede interpretarse como una exploración de la vulnerabilidad humana ante las emociones, especialmente el amor. A pesar de ser advertidos, las personas continúan cayendo bajo el hechizo del Amor, que actúa de manera traviesa sin ser nunca completamente comprendido o controlado.
En definitiva, Andersen ofrece un cuento cargado de ironía que invita a reflexionar sobre la dualidad del amor, su belleza y su potencial para causar dolor, y cómo sigue siendo una fuerza poderosa e incontrolable en la vida humana.
El cuento „El niño travieso“ por Hans Christian Andersen es una metáfora encantadora y, a la vez, crítica de la naturaleza impredecible e inevitable del amor, representado por un niño que se hace llamar „Amor“. A través de un análisis lingüístico, podemos explorar cómo Andersen utiliza el lenguaje para crear una narrativa rica y significativa.
Personificación y Caracterización: Andersen humaniza el concepto abstracto del amor dándole la forma de un niño travieso. El niño es descrito físicamente como un “angelito” con rizos dorados y ojos brillantes, lo cual contrasta con su comportamiento pícaro y travieso. Esta dualidad en la caracterización subraya la naturaleza paradójica del amor: es atractivo y encantador, pero también puede ser caprichoso e hiriente.
Tono y Voz Narrativa: El tono del texto es cálido y amable al principio, reflejado en la voz del anciano poeta, que es comprensivo y generoso. Sus palabras hacia el niño son llenas de compasión: “¡Pobre pequeño!… ¡Ven conmigo, que te calentaré!” Esta elección de lenguaje enfatiza la bondad del poeta, pero también prepara al lector para el giro irónico que revela la malicia del Amor.
Simbolismo: El arco y las flechas son símbolos centrales del cuento. A pesar de parecer inofensivos al principio debido a los “colores de sus flechas” estropeados por la lluvia, resultan ser instrumentos de herida emocional. Esto simboliza cómo el amor, aunque aparentemente mermado o inocente, puede rehacerse y causar daño inesperado.
Metáfora de la Naturaleza: El tiempo tempestuoso al inicio del cuento puede reflejar las turbulentas emociones y el caos que el amor puede traer. La tempestad que azota al niño es similar a la llegada intempestiva del amor en la vida de las personas, a menudo inesperada y desbordante.
Ironía: La ironía es fundamental en el desenlace del cuento, cuando el niño Amor, a quien el anciano poeta acoge cariñosamente, termina por herirlo. Esto refleja las ironías inherentes al amor mismo: puede florecer en momentos de conmoción o indiferencia.
Repetición y Advertencia: El relato termina con el anciano poeta advirtiendo a todos sobre el peligro del „niño travieso“. La repetición de esta advertencia a lo largo del cuento subraya la inevitabilidad del amor y la necesidad de precaución, aunque es, en última instancia, inevitable.
En suma, a través de herramientas lingüísticas como la personificación, el simbolismo y la ironía, Andersen construye un cuento que, aunque sencillo en apariencia, ofrece profundas reflexiones sobre la naturaleza del amor y su impacto en los seres humanos.
Información para el análisis científico
Indicador | Valor |
---|---|
Traducciones | DE, EN, DA, ES, IT, NL |
Índice de legibilidad de Björnsson | 32.5 |
Flesch-Reading-Ease Índice | 33.9 |
Flesch–Kincaid Grade-Level | 11.6 |
Gunning Fog Índice | 15 |
Coleman–Liau Índice | 9.8 |
SMOG Índice | 12 |
Índice de legibilidad automatizado | 5.3 |
Número de Caracteres | 4.067 |
Número de Letras | 3.138 |
Número de Frases | 58 |
Número de Palabras | 722 |
Promedio de Palabras por oración | 12,45 |
Palabras con más de 6 letras | 145 |
Porcentaje de palabras largas | 20.1% |
Número de Sílabas | 1.368 |
Promedio de Sílabas por Palabra | 1,89 |
Palabras con tres Sílabas | 180 |
Porcentaje de palabras con tres sílabas | 24.9% |