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La niña judía
Grimm Märchen

La niña judía - Cuento de hadas de Hans Christian Andersen

Tiempo de lectura para niños: 13 min

Asistía a la escuela de pobres, entre otros niños, una muchachita judía, despierta y buena, la más lista del colegio. No podía tomar parte en una de las lecciones, la de Religión, pues la escuela era cristiana. Durante la clase de Religión le permitían estudiar su libro de Geografía o resolver sus ejercicios de Matemáticas, pero la chiquilla tenía terminados muy pronto sus deberes. Tenía delante un libro abierto, pero ella no lo leía; escuchaba desde su asiento, y el maestro no tardó en darse cuenta de que seguía con más atención que los demás alumnos.

– Ocúpate de tu libro – le dijo, con dulzura y gravedad; pero ella lo miró con sus brillantes ojos negros, y, al preguntarle, comprobó que la niña estaba mucho más enterada que sus compañeros. Había escuchado, comprendido y asimilado las explicaciones. Su padre era un hombre de bien, muy pobre. Cuando llevó a la niña a la escuela, puso por condición que no la instruyesen en la fe cristiana. Pero se temió que si salía de la escuela mientras se daba la clase de enseñanza religiosa, perturbaría la disciplina o despertaría recelos y antipatías en los demás, y por eso se quedaba en su banco; pero las cosas no podían continuar así. El maestro llamó al padre de la chiquilla y le dijo que debía elegir entre retirar a su hija de la escuela o dejar que se hiciese cristiana.

– No puedo soportar sus miradas ardientes, el fervor y anhelo de su alma por las palabras del Evangelio – añadió. El padre rompió a llorar:

– Yo mismo sé muy poco de nuestra religión – dijo -, pero su madre era una hija de Israel, firme en su fe, y en el lecho de muerte le prometí que nuestra hija nunca sería bautizada. Debo cumplir mi promesa, es para mí un pacto con Dios. Y la niña fue retirada de la escuela de los cristianos. Habían transcurrido algunos años. En una de las ciudades más pequeñas de Jutlandia servía, en una modesta casa de la burguesía, una pobre muchacha de fe mosaica, llamada Sara; tenía el cabello negro como ébano, los ojos oscuros, pero brillantes y luminosos, como suele ser habitual entre las hijas del Oriente. La expresión del rostro seguía siendo la de aquella niña que, desde el banco de la escuela, escuchaba con mirada inteligente. Cada domingo llegaban a la calle, desde la iglesia, los sones del órgano y los cánticos de los fieles; llegaban a la casa donde la joven judía trabajaba, laboriosa y fiel.

– Guardarás el sábado – ordenaba su religión; pero el sábado era para los cristianos día de labor, y sólo podía observar el precepto en lo más íntimo de su alma, y esto le parecía insuficiente. Sin embargo, ¿qué son para Dios los días y las horas? Este pensamiento se había despertado en su alma, y el domingo de los cristianos podía dedicarlo ella en parte a sus propias devociones; y como a la cocina llegaban los sones del órgano y los coros, para ella aquel lugar era santo y apropiado para la meditación. Leía entonces el Antiguo Testamento, tesoro y refugio de su pueblo, limitándose a él, pues guardaba profundamente en la memoria las palabras que dijeran su padre y su maestro cuando fue retirada de la escuela, la promesa hecha a la madre moribunda, de que Sara no se haría nunca cristiana, que jamás abandonaría la fe de sus antepasados. El Nuevo Testamento debía ser para ella un libro cerrado, a pesar de que sabía muchas de las cosas que contenía, pues los recuerdos de niñez no se habían borrado de su memoria. Una velada hallábase Sara sentada en un rincón de la sala, atendiendo a la lectura del jefe de la familia; le estaba permitido, puesto que no leía el Evangelio, sino un viejo libro de Historia; por eso se había quedado. Trataba el libro de un caballero húngaro que, prisionero de un bajá turco, era uncido al arado junto con los bueyes y tratado a latigazos; las burlas y malos tratos lo habían llevado al borde de la muerte. La esposa del cautivo vendió todas sus alhajas e hipotecó el castillo y las tierras, a la vez que sus amigos aportaban cuantiosas sumas, pues el rescate exigido era enorme; fue reunido, sin embargo, y el caballero, redimido del oprobio y la esclavitud. Enfermo y achacoso, regresó el hombre a su patria. Poco después sonó la llamada general a la lucha contra los enemigos de la Cristiandad; el enfermo, al oírla, no se dio punto de reposo hasta verse montado en su corcel; sus mejillas recobraron los colores, parecieron volver sus fuerzas, y partió a la guerra. Y ocurrió que hizo prisionero precisamente a aquel mismo bajá que lo había uncido al arado y lo había hecho objeto de toda suerte de burlas y malos tratos. Fue encerrado en una mazmorra, pero al poco rato acudió a visitarlo el caballero y le preguntó:

– ¿Qué crees que te espera?

– Bien lo sé – respondió el turco -. ¡Tu venganza!

– Sí, la venganza del cristiano – repuso el caballero. – La doctrina de Cristo nos manda perdonar a nuestros enemigos y amar a nuestro prójimo, pues Dios es amor. Vuelve en paz a tu tierra y a tu familia, y aprende a ser compasivo y humano con los que sufren. El prisionero prorrumpió en llanto:

– ¡Cómo podía yo esperar lo que estoy viendo! Estaba seguro, de que me esperaban el martirio y la tortura; por eso me tomé un veneno que me matará en pocas horas. ¡Voy a morir, no hay salvación posible! Pero antes de que termine mi vida, explícame la doctrina que encierra tanto amor y tanta gracia, pues es una doctrina grande y divina! ¡Deja que en ella muera, que muera cristiano! – Su petición fue atendida. Tal fue la leyenda, la historia, que el dueño de la casa leyó en alta voz. Todos la escucharon con fervor, pero, sobre todo, llenó de fuego, y de vida a aquella muchacha sentada en el rincón: Sara, la joven judía. Grandes lágrimas asomaron a sus brillantes ojos negros; en su alma infantil volvió a sentir, como ya la sintiera antaño en el banco de la escuela, la sublimidad del Evangelio. Las lágrimas rodaron por sus mejillas. «¡No dejes que mi hija se haga cristiana! », habían sido las últimas palabras de su madre moribunda; y en su corazón y en su alma resonaban aquellas otras palabras del mandamiento divino: «Honrarás a tu padre y a tu madre». «¡No soy cristiana! Me llaman la judía; aún el domingo último me lo llamaron en son de burla los hijos del vecino, cuando me estaba frente a la puerta abierta de la iglesia mirando el brillo de los cirios del altar y escuchando los cantos de los fieles. Desde mis tiempos de la escuela hasta ahora he venido sintiendo en el Cristianismo una fuerza que penetra en mi corazón como un rayo de sol aunque cierre los ojos. Pero no te afligiré en la tumba, madre, no seré perjura al voto de mi padre: no leeré la Biblia cristiana. Tengo al Dios de mis antepasados; ante Él puedo inclinar mi cabeza». Y transcurrieron más años. Murió el cabeza de la familia y dejó a su esposa en situación apurada. Había que renunciar a la muchacha; pero Sara no se fue, sino que acudió en su ayuda en el momento de necesidad; contribuyó a sostener el peso de la casa, trabajando hasta altas horas de a noche y procurando el pan de cada día con la labor de sus manos. Ningún pariente quiso acudir en auxilio de la familia; la viuda, cada día más débil, había de pasarse meses enteros en la cama, enferma. Sara la cuidaba, la velaba, trabajaba, dulce y piadosa; era una bendición para la casa hundida.

– Toma la Biblia – dijo un día la enferma. – Léeme un fragmento. ¡Es tan larga la velada y siento tantos deseos de oír la palabra de Dios! Sara bajó la cabeza; dobló las manos sobre la Biblia y, abriéndola, se puso a leerla a la enferma. A menudo le acudían las lágrimas a los ojos, pero aumentaba en ellos la claridad, y también en su alma: «Madre, tu hija no puede recibir el bautismo de los cristianos ni ingresar en su comunidad; lo quisiste así y respetaré tu voluntad; estamos unidos aquí en la tierra, pero más allá de ella… estamos aún más unidos en Dios, que nos guía y lleva allende la muerte. Él desciende a la tierra, y después de dejarla sufrir la hace más rica. ¡Lo comprendo! No sé yo misma cómo fue. ¡Es por Él, en Él: Cristo! ». Estremecióse al pronunciar su nombre, y un bautismo de fuego la recorrió toda ella con más fuerza de la que el cuerpo podía soportar, por lo que cayó desplomada, más rendida que la enferma a quien velaba.

– ¡Pobre Sara! – dijeron -, no ha podido resistir tanto trabajo y tantas velas. La llevaron al hospital, donde murió. La enterraron, pero no al cementerio de los cristianos; no había en él lugar para la joven judía, sino fuera, junto al muro; allí recibió sepultura. Y el Hijo de Dios, que resplandece sobre las tumbas de los cristianos, proyecta también su gloria sobre la de aquella doncella judía – que reposa fuera del sagrado recinto; y los cánticos religiosos que resuenan en el camposanto cristiano lo hacen también sobre su tumba, a la que también llegó la revelación: «¡Hay una resurrección ,en Cristo! », en Él, el Señor, que dijo a sus discípulos: «Juan os ha bautizado con agua, pero yo os bautizaré en el nombre del Espíritu Santo».

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Antecedentes

Interpretaciones

Lengua

„La niña judía“ es un cuento conmovedor de Hans Christian Andersen que explora temas de fe, identidad y sacrificio. La historia gira en torno a Sara, una joven judía con un corazón puro y un alma curiosa. Desde pequeña, asiste a una escuela cristiana donde, a pesar de no participar en las lecciones de religión, absorbe las enseñanzas del Evangelio con fervor. Sin embargo, la promesa hecha a su madre en su lecho de muerte de no convertirse al cristianismo pesa sobre ella.

Con el paso del tiempo, Sara se convierte en una joven trabajadora y devota, cuidando a una familia necesitada a pesar de su propia pobreza. Su intenso deseo de comprender la doctrina cristiana se refleja en sus acciones desinteresadas y amorosas, que ejemplifican las enseñanzas de Cristo sobre el amor y el perdón, a pesar de no ser oficialmente parte de la religión.

El cuento pone de relieve el conflicto interno de Sara entre la fidelidad a su herencia judía y la atracción espiritual hacia el cristianismo. A través de su vida y sacrificios, Andersen presenta un relato de amor universal y redención, sugiriendo que la verdadera fe y la santidad trascienden las etiquetas religiosas.

Finalmente, aunque Sara fallece y es enterrada fuera del cementerio cristiano, la narrativa sugiere que el amor y la gracia de Dios no reconocen barreras, simbolizando que la fe verdadera se manifiesta en el amor y las acciones, trascendiendo las divisiones religiosas terrenales.

„La niña judía“ de Hans Christian Andersen es un cuento que explora temas de fe, identidad y tolerancia religiosa a través de la vida de una joven judía llamada Sara. La historia refleja las tensiones religiosas de la época y el deseo de un individuo de mantenerse fiel a sus propias creencias mientras siente la atracción de otra fe.

Sara, una niña judía, es retratada como inteligente y atenta, incluso cuando no participa en las lecciones de religión cristiana en su escuela. A pesar de su entorno, su alma muestra una fascinación y respeto profundo hacia las enseñanzas del Evangelio, algo que su maestro nota pero que debe frenar debido a la promesa que su padre hizo a su madre moribunda: que Sara nunca sería bautizada cristiana.

Con el tiempo, Sara crece en una sociedad predominantemente cristiana y, aunque enfrenta burlas e incomprensión, permanece fiel a su promesa familiar. Su vida refleja el sacrificio personal y la devoción a su familia y creencias, ya que trabaja arduamente para apoyar a la familia que la emplea, mostrando cualidades de compasión y altruismo.

El cuento enfatiza la universalidad de los valores espirituales y la nobleza del sacrificio personal. Aunque Sara no se convierte formalmente al cristianismo, se sugiere que experimenta una forma de bautismo espiritual en su corazón. Incluso después de su muerte, Sara es enterrada fuera del cementerio cristiano, pero el cuento asegura al lector que la luz divina llega a todos, sin distinciones de fe, y que ella también es parte de la resurrección en Cristo.

Andersen utiliza esta historia para transmitir un mensaje de amor universal y aceptación. A través de la vida de Sara, el cuento muestra cómo las verdades espirituales pueden trascender las divisiones religiosas, sugiriendo una visión de fe que engloba la bondad y la compasión como lenguajes universales.

El cuento „La niña judía“ de Hans Christian Andersen es un relato profundo que explora temas de fe, identidad y tolerancia religiosa a través de la experiencia de Sara, una joven judía en un contexto predominantemente cristiano. Este análisis lingüístico se centrará en varios aspectos clave del texto, como el uso del lenguaje para reflejar tensiones culturales y religiosas, así como la caracterización y los símbolos utilizados por Andersen.

Uso del Lenguaje y Representación Cultural

Oposición Religiosa y Cultural: Andersen utiliza el lenguaje para subrayar las diferencias entre las fes judía y cristiana a través de las experiencias de Sara. El lenguaje refleja una sociedad cristiana dominante que impone reglas sobre la educación religiosa, lo cual se convierte en un conflicto central para Sara y su familia. Las expresiones como „la escuela era cristiana“ y „debe elegir entre retirar a su hija de la escuela o dejar que se hiciese cristiana“ evidencian las tensiones y el dilema al que se enfrenta la familia judía.

Caracterización y Identidad: Sara es presentada con atributos físicos que destacan su origen, como „el cabello negro como ébano, los ojos oscuros“. Andersen enfatiza su inteligencia y curiosidad, cualidades que la destacan en la escuela, pero también complican su relación con las enseñanzas cristianas. Su identidad judía es un tema recurrente, reforzado por las referencias a su „fe mosaica“ y la promesa hecha a su madre.

Simbolismo y Contraste: El cuento está cargado de simbolismo, particularmente en cómo Andersen desarrolla las tensiones entre las dos religiones. Las „miradas ardientes“ de Sara y su fascinación por las enseñanzas cristianas simbolizan una búsqueda espiritual y un conflicto interno. La historia del „caballero húngaro“ rescatado, quien a su vez perdona a su captor turco, sirve como un paralelismo a la doctrina cristiana del perdón y el amor al prójimo, impactando profundamente a Sara.

Temas y Mensajes

Fe y Devoción Personal: A lo largo del cuento, se destaca el esfuerzo de Sara por adherirse a su fe judía mientras siente una atracción casi irresistible hacia el cristianismo. Las luchas internas de Sara representan un tema universal sobre la búsqueda de fe y el respeto por las tradiciones familiares, simbolizado en las palabras de su madre y el mandamiento de „Honrarás a tu padre y a tu madre“.

Tolerancia y Empatía: Andersen parece abogar por la empatía y el entendimiento entre culturas y religiones. Aunque Sara no se convierte al cristianismo, su vida y acciones reflejan los valores cristianos de amor y servicio al prójimo, simbolizando así una convergencia de lo mejor de ambas religiones.

Resurrección y Esperanza: A pesar del lamentable final de Sara, Andersen sugiere una nota de esperanza y redención en la universalidad de la resurrección en Cristo, representando una visión de unidad más allá de las diferencias terrenales de fe. La tumba de Sara, iluminada por la gloria del „Hijo de Dios“, es una imagen poderosa que encapsula esta esperanza de reconciliación y paz espiritual.

En resumen, „La niña judía“ es un relato complejo que invita a la reflexión sobre la interacción de la fe, la identidad y la empatía humana. A través de un lenguaje evocador y simbólico, Andersen aborda temas profundos que resuenan tanto en el contexto histórico de la obra como en las discusiones contemporáneas sobre religión y convivencia intercultural.


Información para el análisis científico

Indicador
Valor
Índice de legibilidad de Björnsson44.4
Flesch-Reading-Ease Índice21
Flesch–Kincaid Grade-Level12
Gunning Fog Índice19
Coleman–Liau Índice10.3
SMOG Índice12
Índice de legibilidad automatizado9.9
Número de Caracteres7.778
Número de Letras6.120
Número de Frases66
Número de Palabras1.379
Promedio de Palabras por oración20,89
Palabras con más de 6 letras324
Porcentaje de palabras largas23.5%
Número de Sílabas2.683
Promedio de Sílabas por Palabra1,95
Palabras con tres Sílabas402
Porcentaje de palabras con tres sílabas29.2%
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