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El enebro
Grimm Märchen

El enebro - Cuento de hadas de los Hermanos Grimm

Tiempo de lectura para niños: 14 min

Atención: Esta es una historia de miedo.

Hace ya mucho, mucho tiempo, como unos dos mil años, vivía un hombre millonario que tenía una mujer tan bella como piadosa. Se amaban tiernamente, pero no tenían hijos, a pesar de lo mucho que los deseaban; la esposa los pedía al cielo día y noche; pero no venía ninguno. Frente a su casa, en un patio, crecía un enebro, y un día de invierno en que la mujer se encontraba debajo de él pelando una manzana, se cortó en un dedo y la sangre cayó en la nieve.

– ¡Ay! – exclamó con un profundo suspiro, y, al mirar la sangre, le entró una gran melancolía: „¡Si tuviese un hijo rojo como la sangre y blanco como la nieve!,“ y, al decir estas palabras, sintió de pronto en su interior una extraña alegría; tuvo el presentimiento de que iba a ocurrir algo inesperado. Entró en su casa, pasó un mes y se descongeló la nieve; a los dos meses, todo estaba verde, y las flores brotaron del suelo; a los cuatro, todos los árboles eran un revoltijo de nuevas ramas verdes. Cantaban los pajaritos, y sus trinos resonaban en todo el bosque, y las flores habían caído de los árboles al terminar el quinto mes; y la mujer no se cansaba de pasarse horas y horas bajo el enebro, que tan bien olía. El corazón le saltaba de gozo, cayó de rodillas y no cabía en sí de regocijo. Y cuando ya hubo transcurrido el sexto mes, y los frutos estaban ya abultados y jugosos, sintió en su alma una gran placidez y quietud. Al llegar el séptimo mes comió muchas bayas de enebro, y enfermó y sintió una profunda tristeza. Pasó luego el octavo mes, llamó a su marido y, llorando, le dijo:

– Si muero, entiérrame bajo el enebro. Y, de repente, se sintió consolada y contenta, y de este modo transcurrió el mes noveno. Dio entonces a luz un niño blanco como la nieve y colorado como la sangre, y, al verlo, fue tal su alegría, que murió. Su esposo la enterró bajo el enebro, y no terminaba de llorar; al cabo de algún tiempo, sus lágrimas empezaron a manar menos copiosamente, al fin se secaron, y el hombre tomó otra mujer. Con su segunda esposa tuvo una hija, y ya dijimos que del primer matrimonio le había quedado un niño rojo como la sangre y blanco como la nieve. Al ver la mujer a su hija, quedó prendada de ella; pero cuando miraba al pequeño, los celos le oprimía el corazón; le parecía que era un estorbo continuo, y no pensaba sino en tratar que toda la fortuna quedase para su hija. El demonio le inspiró un odio profundo hacia el niño; empezó a mandarlo de un rincón a otro, tratándolo a empujones y codazos, por lo que el pobre pequeñito vivía en constante sobresalto. Cuando volvía de la escuela, no había un momento de reposo para él. Un día en que la mujer estaba en el piso de arriba, acudió su hijita y le dijo:

– ¡Mamá, dame una manzana!

– Sí, hija mía – asintió la madre, y le ofreció una muy hermosa que sacó del arca. Pero aquella arca tenía una tapa muy grande y pesada, con una cerradura de hierro ancha y cortante.

– Mamá – prosiguió la niña -, ¿no podrías darle también una al hermanito? La mujer hizo un gesto de mal humor, pero respondió:

– Sí, cuando vuelva de la escuela. Y he aquí que cuando lo vio venir desde la ventana, como si en aquel mismo momento hubiese entrado en su alma el demonio, quitando a la niña la manzana que le diera, le dijo:

– ¡No vas a tenerla tú antes que tu hermano! Y volviendo el fruto al arca, la cerró. Al llegar el niño a la puerta, el maligno le inspiró que lo acogiese cariñosamente:

– Hijo mío, ¿te apetecería una manzana? – preguntó al pequeño, mirándolo con ojos coléricos.

– Mamá – respondió el niño, – ¡pones una cara que me asusta! ¡Sí, quiero una manzana! Y la voz interior del demonio le hizo decir:

– Ven conmigo – y, levantando la tapa de la caja: – agárralo tú mismo. Y al inclinarse el pequeño, volvió a tentarla el diablo. De un golpe brusco cerró el arca con tanta violencia, que cortó en redondo la cabeza del niño, la cual cayó entre las manzanas. En el mismo instante sintió la mujer una gran angustia y pensó: „¡Ojalá no lo hubiese hecho!.“ Bajó a su habitación y sacó de la cómoda un paño blanco; colocó nuevamente la cabeza sobre el cuello, le ató el paño a modo de bufanda, de manera que no se notara la herida, y sentó al niño muerto en una silla delante de la puerta, con una manzana en la mano. Mas tarde, Marlenita entró en la cocina, en busca de su madre. Ésta estaba junto al fuego y agitaba el agua hirviendo que tenía en un puchero.

– Mamá – dijo la niña, – el hermanito está sentado delante de la puerta; está todo blanco y tiene una manzana en la mano. Le he pedido que me la dé, pero no me responde. ¡Me ha dado mucho miedo!

– Vuelve – le dijo la madre, – y si tampoco te contesta, le pegas un coscorrón. Y salió Marlenita y dijo:

– ¡Hermano, dame la manzana! – Pero al seguir, él callado, la niña le pegó un golpe en la cabeza, la cual, se desprendió, y cayó al suelo. La chiquita se asustó terriblemente y rompió a llorar y gritar. Corrió al lado de su madre y exclamó:

– ¡Ay mamá! ¡He cortado la cabeza a mi hermano! – y lloraba desconsoladamente.

– ¡Marlenita! – exclamó la madre. – ¿Qué has hecho? Pero cállate, que nadie lo sepa. Como esto ya no tiene remedio, lo cocinaremos en estofado. Y, tomando el cuerpo del niño, lo cortó a pedazos, lo echó en la olla y lo coció. Mientras, Marlenita no hacía sino llorar y más llorar, y tantas lágrimas cayeron al puchero, que no hubo necesidad de echarle sal. Al llegar el padre a casa, se sentó a la mesa y preguntó:

– ¿Dónde está mi hijo? Su mujer le sirvió una gran fuente, muy grande, de carne con salsa negra, mientras Marlenita seguía llorando sin poder contenerse. Repitió el hombre:

– ¿Dónde está mi hijo?

– ¡Ay! – dijo la mujer -, se ha marchado a casa de los parientes de su madre; quiere pasar una temporada con ellos.

– ¿Y qué va a hacer allí? Por lo menos podría haberse despedido de mí.

– ¡Estaba tan impaciente! Me pidió que lo dejase quedarse allí seis semanas. Lo cuidarán bien; está en buenas manos.

– ¡Ay! – exclamó el padre. – Esto me disgusta mucho. Ha obrado mal; siquiera podía haberme dicho adiós. Y empezó a comer; dirigiéndose a la niña, dijo:

– Marlenita, ¿por qué lloras? Ya volverá tu hermano. ¡Mujer! – prosiguió, – ¡qué buena está hoy la comida! Sírveme más. Y cuanto más comía, más deliciosa la encontraba.

– Ponme más – insistía, – no quiero que quede nada; me parece como si todo esto fuese mío. Y seguía comiendo, tirando los huesos debajo de la mesa, hasta que ya no quedó ni pizca. Pero Marlenita, yendo a su cómoda, sacó del cajón inferior su pañuelo de seda más bonito, envolvió en él los huesos que recogió de debajo de la mesa y se los llevó fuera, llorando lágrimas de sangre. Los depositó allí entre la hierba, debajo del enebro, y cuando lo hizo todo, sintió de pronto un gran alivio y dejó de llorar. Entonces el enebro empezó a moverse, y sus ramas a juntarse y separarse como cuando una persona, sintiéndose contenta de corazón, junta las manos dando palmadas. Se formó una especie de niebla que rodeó el arbolito, y en el medio de la niebla apareció de pronto una llama, de la cual salió volando un hermoso pajarito, que se elevó en el aire a gran altura, cantando melodiosamente. Y cuando había desaparecido, el enebro volvió a quedarse como antes; pero el paño con los huesos se había esfumado. Marlenita sintió en su alma una paz y gran alegría, como si su hermanito viviese aún. Entró nuevamente en la casa, se sentó a la mesa y comió su comida. Pero el pájaro siguió volando, hasta llegar a la casa de un orfebre, donde se detuvo y se puso a cantar:

„Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mi buena hermanita
mis huesecitos guardó,
Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró. Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarito soy yo!.“

El orfebre estaba en su taller haciendo una cadena de oro, y al oír el canto del pájaro que se había posado en su tejado, le pareció que nunca había oído nada tan hermoso. Se levantó, y al pasar el dintel de la puerta, se le salió una zapatilla, y, así, tuvo que seguir hasta el medio de la calle descalzo de un pie, con el delantal puesto, en una mano la cadena de oro, y la tenaza en la otra; y el sol inundaba la calle con sus brillantes rayos. Levantando la cabeza, el orfebre miró al pajarito:

– ¡Qué bien cantas! – le dijo -. ¡Repite tu canción!

– No – contestó el pájaro; – si no me pagan, no la vuelvo a cantar. Dame tu cadena y volveré a cantar.

– Ahí tienes la cadena – dijo el orfebre -. Repite la canción. Bajó volando el pájaro, cogió con la patita derecha la cadena y, posándose enfrente del orfebre, cantó:

„Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mí buena hermanita
mis huesecitos guardó. Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró. Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarito soy yo!.“

Voló la avecilla a la tienda del zapatero y, posándose en el tejado, volvió a cantar:

„Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mi buena hermanita
mis huesecitos guardó. Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró. Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarito soy yo!.“

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Antecedentes

Interpretaciones

Lengua

El zapatero, al oír el canto del pájaro, salió corriendo a la puerta sin quitarse el delantal, mirando hacia arriba mientras sostenía un zapato en una mano y un cepillo en la otra. El pájaro cantó su melodía, y el zapatero, cautivado por la belleza del canto, le dijo:

– ¡Qué hermoso canto! Por favor, cántalo de nuevo. – No – respondió el pájaro -, no lo haré a menos que me des algo a cambio. – ¿Qué quieres? – preguntó el zapatero. – Dame ese par de zapatos rojos que tienes en la tienda – dijo el pájaro.

El zapatero no lo dudó y fue a buscar los zapatos que el pájaro le había señalado. Se los entregó, y el pájaro, posándose de nuevo en el tejado, repitió su encantadora canción:

„Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mi buena hermanita
mis huesecitos guardó.
Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró.
Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarito soy yo!.“

Contento con los zapatos, el pájaro voló hasta un molino donde había varios molineros trabajando. Se posó en una rama de un árbol cercano y comenzó de nuevo su canción.

Los molineros se agruparon alrededor del árbol, fascinados por el canto del pájaro. – ¡Qué maravilla de canción! – exclamaron. – Por favor, cántala otra vez.

El pájaro replicó: – Si me dan la gran piedra de molino, cantaré de nuevo.

Los molineros, ansiosos por oír el canto una vez más, dieron al pájaro la piedra de molino. Este, tomando la piedra con sus patas, alzó el vuelo nuevamente, repitiendo su canción.

Finalmente, cargado con la cadena de oro, los zapatos rojos y la piedra de molino, el pájaro regresó al enebro donde yacían enterrados sus huesos. Allí, volvió a cantar una última vez:

„Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mi buena hermanita
mis huesecitos guardó.
Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró.
Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarito soy yo!.“

Al terminar el canto, el enebro comenzó a agitarse, y en un abrir y cerrar de ojos, el pájaro se transformó en el niño que había sido, completo y viviente. Los regalos desaparecieron, y en el lugar bajo el árbol, donde había depositado los huesos, sólo quedó una fragancia de paz y felicidad.

El niño entró en la casa, y la madrastra, al verle, se desmayó de miedo. El padre y Marlenita, al reconocerlo, lo abrazaron con gran júbilo. Ese día marcaron el comienzo de una nueva vida para todos ellos, llenos de amor y sin temor.

„El enebro“ es uno de los relatos más oscuros y complejos de los Hermanos Grimm, y varías interpretaciones pueden extraerse de su narrativa:

Temas de celos y rivalidad: La madrastra, consumida por los celos hacia el hijo de su esposo, representa la noción de envidia destructiva presente en muchos cuentos de hada. Su odio irracional desemboca en una violencia extrema, una metáfora de cómo los celos pueden llevar a la destrucción no solo de relaciones interpersonales, sino también de uno mismo.

Ciclo de vida, muerte y renacimiento: El simbolismo del enebro y la secuencia de estaciones reflejan un ciclo natural de muerte y renacimiento. La madre, deseosa de tener un hijo, finalmente da a luz pero fallece, y el hijo resucita en forma de pajarito tras su trágica muerte. Esto sugiere un elemento cíclico en la vida, similar a la renovación que ocurre en la naturaleza.

Justicia divina y retribución: El cuento sugiere que las malas acciones serán castigadas y la justicia prevalecerá de alguna manera. La resurrección del niño en forma de pájaro y su posterior venganza contra quienes le hicieron daño es una forma de retribución divina, un tema común en el folclore donde se busca restablecer el orden moral.

Inocencia y pureza representada por los niños: El niño del cuento es descrito con una apariencia inocente, „rojo como la sangre y blanco como la nieve,“ reflejando pureza y fragilidad. A pesar de su corta vida y muertes violenta, su espíritu perdura, indicando la importancia de la inocencia y evocando un sentido de injusticia ante el sufrimiento de los inocentes.

Poder del luto y redención a través del amor: La hermana del niño, Marlenita, juega un papel crucial en asegurar que el espíritu del niño encuentre paz. Sus lágrimas simbolizan el dolor del luto, pero también llevan a la redención y eventual resolución de la historia, sugiriendo que el amor puede superar incluso las circunstancias más trágicas.

„El enebro“ es, por lo tanto, un relato que encapsula no solo el horror de la envidia y la maldad, sino también esperanza, redención y la idea de que el amor y la justicia pueden prevalecer incluso después de los actos más oscuros.

El cuento de hadas „El enebro“ de los Hermanos Grimm es una narración rica en simbolismo y temas oscuros relacionados con la familia, la muerte, la envidia y la redención. Aquí se ofrece un análisis lingüístico y temático del cuento:

Estilo Narrativo: El cuento utiliza un estilo narrativo clásico, característico de los relatos orales de los Hermanos Grimm, que se enfoca en describir eventos con claridad y directitud. El lenguaje es sencillo pero efectivo, con un tono a menudo solemne y lírico.

Uso de Repetición: Las frases repetitivas, como „mi madre me mató, mi padre me comió“, crean un ritmo casi poético y enfatizan la naturaleza trágica y cíclica de los eventos narrados. La repetición también juega un papel en las acciones y transformaciones, reforzando el impacto emocional y ayudando a los lectores a recordar eventos clave.

Imágenes Sensoriales y Símbolos: El cuento está lleno de imágenes vívidas y sensoriales: la sangre sobre la nieve, el aroma del enebro, y la aparición del pajarito. Estos elementos sensoriales intensifican las emociones subyacentes y los simbolismos de vida, muerte y renacimiento.

Colores: El contraste entre el blanco de la nieve y el rojo de la sangre es simbólicamente poderoso, representando pureza e inocencia frente al sacrificio y la violencia.

Diálogo e Interacción: El diálogo se emplea para revelar intenciones y sentimientos, como el odio de la madrastra hacia el niño y el sentido de sorpresa y extrañeza del padre.

Temas de Maternidad y Familia: El cuento explora las complicaciones y ansiedades de la maternidad y la estructura familiar. La infertilidad inicial de la madre, el deseo insaciable de una descendencia y el subsecuente odio materno de la madrastra pintan un cuadro complejo de las relaciones familiares.

Celos y Violencia: La figura de la madrastra es un arquetipo de los cuentos de hadas, donde su celosía conduce a una violencia extrema. Esto se refleja en su decisión de asesinar al niño, ilustrando cómo las emociones negativas pueden llevar a acciones destructivas.

Muerte y Transformación: La muerte y el subsecuente resurgimiento del niño en forma de pájaro simbolizan el ciclo de la vida y la idea de transformación. Esto introduce elementos del folklore relacionados con el renacimiento y el alma, sugiriendo que aunque el cuerpo pueda perecer, el espíritu encuentra formas de persistir y vengarse.

Justicia Poética: El cuento concluye con una resolución donde la justicia se imparte de una forma más natural y simbólica, más que legal o punitiva. El canto del pájaro no solo revela la verdad, sino que también asegura que el acto vil cometido no quede impune, lo que consuela a su hermana Marlenita.

En esencia, „El enebro“ combina elementos de lo sobrenatural con aspectos psicológicos de las relaciones humanas. El uso hábil de imágenes y símbolos junto con un lenguaje directo crea una narrativa profundamente resonante que trata sobre el dolor, la pérdida y la eventual justicia reiterativa fiel al estilo de los cuentos de hadas de los Hermanos Grimm.


Información para el análisis científico

Indicador
Valor
NúmeroKHM 47
Aarne-Thompson-Uther ÍndiceATU Typ 720
TraduccionesEN, DA, ES, FR, PT, FI, IT, JA, NL, PL, RU, TR, VI, ZH
Índice de legibilidad de Björnsson29.7
Flesch-Reading-Ease Índice35.9
Flesch–Kincaid Grade-Level11.4
Gunning Fog Índice15
Coleman–Liau Índice8.7
SMOG Índice12
Índice de legibilidad automatizado4.5
Número de Caracteres9.112
Número de Letras6.913
Número de Frases131
Número de Palabras1.662
Promedio de Palabras por oración12,69
Palabras con más de 6 letras283
Porcentaje de palabras largas17%
Número de Sílabas3.105
Promedio de Sílabas por Palabra1,87
Palabras con tres Sílabas419
Porcentaje de palabras con tres sílabas25.2%
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