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El Porquerizo
El Porquerizo Märchen

El Porquerizo - Cuento de hadas de Hans Christian Andersen

Tiempo de lectura para niños: 13 min

Érase una vez un príncipe que andaba mal de dinero. Su reino era muy pequeño, aunque lo suficiente para permitirle casarse, y esto es lo que el príncipe quería hacer. Sin embargo, fue una gran osadía por su parte el irse derecho a la hija del Emperador y decirle en la cara: – ¿Me quieres por marido? – Si lo hizo, fue porque la fama de su nombre había llegado muy lejos. Más de cien princesas lo habrían aceptado, pero, ¿lo querría ella? Pues vamos a verlo. En la tumba del padre del príncipe crecía un rosal, un rosal maravilloso; florecía solamente cada cinco años, y aun entonces no daba sino una flor; pero era una rosa de fragancia tal, que quien la olía se olvidaba de todas sus penas y preocupaciones. Además, el príncipe tenía un ruiseñor que, cuando cantaba, habríase dicho que en su garganta se juntaban las más bellas melodías del universo.

El porquerizo Cuento de hadasImagen: Oskar Herrfurth (1862-1934)

Decidió, pues, que tanto la rosa como el ruiseñor serían para la princesa, y se los envió encerrados en unas grandes cajas de plata. El Emperador mandó que los llevaran al gran salón, donde la princesa estaba jugando a «visitas» con sus damas de honor. Cuando vio las grandes cajas que contenían los regalos, exclamó dando una palmada de alegría:

– ¡A ver si será un gatito! – pero al abrir la caja apareció el rosal con la magnífica rosa.

– ¡Qué linda es! – dijeron todas las damas.

– Es más que bonita – precisó el Emperador -, ¡es hermosa! Pero cuando la princesa la tocó, por poco se echa a llorar.

– ¡Ay, papá, qué lástima! – dijo -. ¡No es artificial, sino natural!

– ¡Qué lástima! – corearon las damas -. ¡Es natural!

– Vamos, no te aflijas aún, y veamos qué hay en la otra caja – aconsejó el Emperador; y salió entonces el ruiseñor, cantando de un modo tan bello, que no hubo medio de manifestar nada en su contra.

– ¡Superbe, charmant! – exclamaron las damas, pues todas hablaban francés a cual peor.

– Este pájaro me recuerda la caja de música de la difunta Emperatriz – observó un anciano caballero -. Es la misma melodía, el mismo canto.

– En efecto – asintió el Emperador, echándose a llorar como un niño.

– Espero que no sea natural, ¿verdad? – preguntó la princesa.

– Sí, lo es; es un pájaro de verdad – respondieron los que lo habían traído.

El porquerizo Cuento de hadasImagen: Oskar Herrfurth (1862-1934)

– Entonces, dejadlo en libertad – ordenó la princesa; y se negó a recibir al príncipe. Pero éste no se dio por vencido. Se embadurnó de negro la cara y, calándose una gorra hasta las orejas, fue a llamar a palacio.

– Buenos días, señor Emperador – dijo -. ¿No podríais darme trabajo en el castillo?

– Bueno – replicó el Soberano -. Necesito a alguien para guardar los cerdos, pues tenemos muchos. Y así el príncipe pasó a ser porquerizo del Emperador. Le asignaron un reducido y mísero cuartucho en los sótanos, junto a los cerdos, y allí hubo de quedarse. Pero se pasó el día trabajando, y al anochecer había elaborado un primoroso pucherito, rodeado de cascabeles, de modo que en cuanto empezaba a cocer las campanillas se agitaban, y tocaban aquella vieja melodía:

¡Ay, querido Agustín,
todo tiene su fin!

Pero lo más asombroso era que, si se ponía el dedo en el vapor que se escapaba del puchero, enseguida se adivinaba, por el olor, los manjares que se estaban guisando en todos los hogares de la ciudad. ¡Desde luego la rosa no podía compararse con aquello! He aquí que acertó a pasar la princesa, que iba de paseo con sus damas y, al oír la melodía, se detuvo con una expresión de contento en su rostro; pues también ella sabía la canción del „Querido Agustín.“ Era la única que sabía tocar, y lo hacía con un solo dedo.

– ¡Es mi canción!

El porquerizo Cuento de hadasImagen: Oskar Herrfurth (1862-1934)

– exclamó -. Este porquerizo debe ser un hombre de gusto. Oye, vete abajo y pregúntale cuánto cuesta su instrumento. Tuvo que ir una de las damas, pero antes se calzó unos zuecos.

– ¿Cuánto pides por tu puchero? – preguntó.

– Diez besos de la princesa – respondió el porquerizo.

– ¡Dios nos asista! – exclamó la dama.

– Éste es el precio, no puedo rebajarlo – observó él.

– ¿Qué te ha dicho? – preguntó la princesa.

– No me atrevo a repetirlo – replicó la dama -. Es demasiado indecente.

– Entonces dímelo al oído -. La dama lo hizo así.

– ¡Es un grosero! – exclamó la princesa, y siguió su camino; pero a los pocos pasos volvieron a sonar las campanillas, tan lindamente:

¡Ay, querido Agustín,
todo tiene su fin!

– Escucha – dijo la princesa -. Pregúntale si aceptaría diez besos de mis damas.

– Muchas gracias – fue la réplica del porquerizo -. Diez besos de la princesa o me quedo con el puchero.

– ¡Es un fastidio! – exclamó la princesa -. Pero, en fin, poneos todas delante de mí, para que nadie lo vea. Las damas se pusieron delante con los vestidos extendidos; el porquerizo recibió los diez besos, y la princesa obtuvo la olla. ¡Dios santo, cuánto se divirtieron! Toda la noche y todo el día estuvo el puchero cociendo; no había un solo hogar en la ciudad del que no supieran lo que en él se cocinaba, así el del chambelán como el del remendón. Las damas no cesaban de bailar y dar palmadas.

El porquerizo Cuento de hadasImagen: Oskar Herrfurth (1862-1934)

– Sabemos quien comerá sopa dulce y tortillas, y quien comerá papillas y asado. ¡Qué interesante!

– Interesantísimo – asintió la Camarera Mayor.

– Sí, pero de eso, ni una palabra a nadie; recordad que soy la hija del Emperador.

– ¡No faltaba más! – respondieron todas -. ¡Ni que decir tiene! El porquerizo, o sea, el príncipe – pero claro está que ellas lo tenían por un porquerizo auténtico – no dejaba pasar un solo día sin hacer una cosa u otra. Lo siguiente que fabricó fue una carraca que, cuando giraba, tocaba todos los valses y danzas conocidos desde que el mundo es mundo.

– ¡Oh, esto es superbe! – exclamó la princesa al pasar por el lugar.

– ¡Nunca oí música tan bella! Oye, entra a preguntarle lo que vale el instrumento; pero nada de besos, ¿eh?

– Pide cien besos de la princesa – fue la respuesta que trajo la dama de honor que había entrado a preguntar.

– ¡Este hombre está loco! – gritó la princesa, echándose a andar; pero se detuvo a los pocos pasos -. Hay que estimular el Arte – observó -. Por algo soy la hija del Emperador. Dile que le daré diez besos, como la otra vez; los noventa restantes los recibirá de mis damas.

– ¡Oh, señora, nos dará mucha vergüenza! – manifestaron ellas.

– ¡Ridiculeces! – replicó la princesa -. Si yo lo beso, también podéis hacerlo vosotras. No olvidéis que os mantengo y os pago -. Y las damas no tuvieron más remedio que resignarse.

– Serán cien besos de la princesa – replicó él – o cada uno se queda con lo suyo.

– Poneos delante de mí – ordenó ella; y, una vez situadas las damas convenientemente, el príncipe empezó a besarla.

– ¿Qué alboroto hay en la pocilga? – preguntó el Emperador, que acababa de asomarse al balcón. Y, frotándose los ojos, se caló los lentes -. Las damas de la Corte que están haciendo de las suyas; bajaré a ver qué pasa. Y se apretó bien las zapatillas, pues las llevaba muy gastadas. ¡Demonios, y no se dio poca prisa! Al llegar al patio se adelantó callandito, callandito; por lo demás, las damas estaban absorbidas contando los besos, para que no hubiese engaño, y no se dieron cuenta de la presencia del Emperador, el cual se levantó de puntillas.

– ¿Qué significa esto? – exclamó al ver el besuqueo, dándole a su hija con la zapatilla en la cabeza cuando el porquerizo recibía el beso número ochenta y seis.

El porquerizo Cuento de hadasImagen: Oskar Herrfurth (1862-1934)

– ¡Fuera todos de aquí! – gritó, en el colmo de la indignación. Y todos hubieron de abandonar el reino, incluso la princesa y el porquerizo. Y he aquí a la princesa llorando, y al porquerizo regañándole, mientras llovía a cántaros.

– ¡Ay, mísera de mí! – exclamaba la princesa -. ¿Por qué no acepté al apuesto príncipe? ¡Qué desgraciada soy! Entonces el porquerizo se ocultó detrás de un árbol, y, limpiándose la tizne que le manchaba la cara y quitándose las viejas prendas con que se cubría, volvió a salir espléndidamente vestido de príncipe, tan hermoso y gallardo, que la princesa no tuvo más remedio que inclinarse ante él.

– He venido a decirte mi desprecio – exclamó él -. Te negaste a aceptar a un príncipe digno. No fuiste capaz de apreciar la rosa y el ruiseñor, y, en cambio, besaste al porquerizo por una bagatela. ¡Pues ahí tienes la recompensa! Y entró en su reino y le dio con la puerta en las narices. Ella tuvo que quedarse fuera y ponerse a cantar:

¡Ay, querido Agustín,
todo tiene su fin!

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Antecedentes

Interpretaciones

Lengua

„El Porquerizo“ es un cuento de hadas del reconocido autor danés Hans Christian Andersen. En este relato, un príncipe de un reino pequeño y carente de riquezas se empeña en conquistar a la presuntuosa hija de un emperador. Para impresionarla, le envía dos valiosos regalos: una rosa única que florece cada cinco años y un ruiseñor que canta de manera sublime. Sin embargo, la princesa, superficial y caprichosa, desprecia ambos presentes por ser naturales y no artificiales.

Decidido a ganarse el amor de la princesa, el príncipe se disfraza de porquerizo y entra al servicio del emperador. Desde su humilde posición, elabora ingeniosos artilugios musicales que capturan la atención de la princesa, quien termina pagando por ellos con besos. Las exigencias del supuesto porquerizo suben de tono, pero la princesa accede, atrapada por el deseo de poseer las maravillas creadas por él.

El emperador, al descubrir el intercambio de besos, expulsa tanto a la princesa como al porquerizo del reino. En medio de la lluvia, el príncipe revela su verdadera identidad, reprochando a la princesa su incapacidad para valorar lo auténtico y su disposición a intercambiar besos por simplezas. La historia culmina con el príncipe regresando a su reino y la princesa lamentándose por sus acciones mientras canta una canción sobre el fin inevitable de todas las cosas.

„El Porquerizo“ es una crítica a la superficialidad y la falta de aprecio por lo verdadero y natural, temas recurrentes en la obra de Andersen. A través de su desenlace, el cuento enseña que las apariencias son engañosas y que el valor real reside en lo genuino, no en las ostentaciones.

„El Porquerizo“ de Hans Christian Andersen es un cuento de hadas que explora temas de superficialidad, orgullo y las consecuencias de las elecciones que hacemos basadas en valores superficiales.

La historia comienza con un príncipe que, a pesar de ser pobre, desea casarse con la hija de un poderoso emperador. En un intento por ganarse su afecto, le envía dos valiosos regalos: una rosa mágica que florece solo cada cinco años y un ruiseñor que canta bellamente. Sin embargo, la princesa menosprecia estos obsequios porque son naturales y no artificiales, revelando su preferencia por lo material y lo superficial.

El príncipe, decidido a estar cerca de la princesa, se disfraza de porquerizo para trabajar en el palacio. Desde su humilde posición, crea ingeniosos artilugios que atraen la atención de la princesa, dispuesta a intercambiar besos por los juguetes del porquerizo. Esta interacción simboliza cómo ella valora más el entretenimiento inmediato y vacío que la belleza y pureza de los regalos originales del príncipe.

El clímax del cuento llega cuando el emperador descubre la indebida intimidad entre su hija y el porquerizo, desencadenando la expulsión de ambos del reino. Solo entonces la princesa se da cuenta de su error: rechazó al príncipe auténtico por una piel engañosa y una ilusión pasajera.

El desenlace es contundente; el príncipe se revela en su verdadera identidad solo para expresar su desprecio por la superficialidad de la princesa, destacando un poderoso mensaje moral: las apariencias y los valores superficiales no deben guiar nuestras acciones o juicios, ya que pueden llevarnos a perder lo que realmente importa.

A través de „El Porquerizo“, Andersen critica el foco en lo externo y artificial en contraposición al valor intrínseco y auténtico. La princesa, que solo ve el valor en lo inmediato y superficial, termina sola, mientras que el príncipe, fiel a su esencia y valores, sale victorioso, mostrando que, en última instancia, la autenticidad y la verdadera belleza triunfan sobre la superficialidad.

El cuento de hadas „El Porquerizo“ de Hans Christian Andersen es un relato que combina elementos de crítica social, ironía, y la clásica estructura de metamorfosis o transformación típica de los cuentos de hadas. La historia ofrece un análisis profundo desde varias perspectivas lingüísticas y literarias:

Estilo y Léxico: Andersen utiliza un lenguaje sencillo y directo, característico de los cuentos de hadas. La inclusión de diálogos cortos y expresiones populares como „¡Ay, querido Agustín, todo tiene su fin!“ proporcionan un tono coloquial que facilita la conexión con el lector y destaca la universalidad de las enseñanzas del cuento.

Repetición y Ritmo: El uso repetido de frases y estructuras, como en la recurrente canción del „Querido Agustín“, crea un ritmo que es al mismo tiempo hipnótico e inolvidable, enfatizando el tema de la inevitabilidad y el destino.

Ironía y Sarcasmo: Andersen hace uso de la ironía para criticar la superficialidad y materialismo, especialmente en el personaje de la princesa, quien es incapaz de apreciar la verdadera belleza y valor de las cosas naturales como la rosa y el ruiseñor, prefiriendo las creaciones artísticas y materiales.

Diálogos y Personajes: El diálogo revela mucho sobre los personajes: la princesa, con su indiferencia y superficialidad; el emperador, algo complaciente; y el príncipe, ingenioso y perspicaz. La transformación final del príncipe subraya el contraste entre las apariencias y la realidad.

Temática: La historia explora temas de valor y autenticidad, vanidad y orgullo. Subraya la importancia de apreciar la verdadera belleza que no siempre es evidente a primera vista y critica la superficialidad y el materialismo.

Símbolos: La rosa y el ruiseñor son símbolos de belleza natural y pureza, contrastando con los aparatos inventados por el príncipe que capturan la atención de la princesa debido a su espectacularidad superficial.

Transformación y Revelación: El motivo de la transformación es esencial en el cuento. El príncipe se disfraza para probar el verdadero carácter de la princesa, siendo finalmente revelado al final en su verdadera forma después de la falta de discernimiento de la princesa.

Estructura Narrativa: La trama avanza en una serie de pruebas y revelaciones, comunes en los cuentos de hadas, que culmina en la enseñanza moral. La narrativa sigue una progresión lógica de introducción, prueba del amor verdadero, y desenlace con moraleja.

Crítica Social: Andersen ofrece una crítica a la alta sociedad y las normas cortesanas de la época, reflejando las debilidades humanas a través de la sátira y los ideales románticos, presentando a la princesa como un ejemplo de los fallos en priorizar lo externo sobre lo interno.

Moraleja

La historia deja al lector con una clara lección sobre la importancia de ver más allá de las apariencias y valorar lo que es verdaderamente importante, como las cualidades internas y la belleza natural, sobre las superficialidades y el lujo. La ironía del título y el pseudónimo del príncipe como „Porquerizo“ intensifican la crítica al sistema que valora más lo externo que lo esencial.

En resumen, „El Porquerizo“ de Hans Christian Andersen es un cuento de hadas que no solo entretiene, sino que también provoca reflexión sobre las auténticas prioridades en la vida a través de su lenguaje sencillo pero efectivo y su rica trama simbólica.


Información para el análisis científico

Indicador
Valor
TraduccionesDE, EN, DA, ES, FR, IT, NL
Índice de legibilidad de Björnsson34.4
Flesch-Reading-Ease Índice34.5
Flesch–Kincaid Grade-Level11
Gunning Fog Índice14.8
Coleman–Liau Índice10.4
SMOG Índice12
Índice de legibilidad automatizado4.7
Número de Caracteres8.307
Número de Letras6.316
Número de Frases136
Número de Palabras1.421
Promedio de Palabras por oración10,45
Palabras con más de 6 letras341
Porcentaje de palabras largas24%
Número de Sílabas2.716
Promedio de Sílabas por Palabra1,91
Palabras con tres Sílabas396
Porcentaje de palabras con tres sílabas27.9%
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