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Lo que se puede inventar
Grimm Märchen

Lo que se puede inventar - Cuento de hadas de Hans Christian Andersen

Tiempo de lectura para niños: 10 min

Érase una vez un joven que estudiaba para poeta. Quería serlo ya para Pascua, casarse y vivir de la poesía, que, como él sabía muy bien, se reduce a inventar algo, sólo que a él nada se le ocurría. Había venido al mundo demasiado tarde; todo había sido ya ideado antes de llegar él; se había escrito y poetizado sobre todas las cosas.

– ¡Felices los que nacieron mil años atrás! – suspiraba. ¡Cuán fácil les resultó ganar la inmortalidad! ¡Feliz incluso el que nació hace un siglo, pues entonces aún quedaba algo sobre que escribir. Hoy, en cambio, todo está agotado. ¿De qué puedo tratar en mis versos? Y estudió tanto, que cayó enfermo y se encontró en la miseria. Los médicos nada podían hacer por él; tal vez la adivina lograse aliviarlo. Vivía en la casita junto a la verja, y cuidaba de abrir ésta a los coches y jinetes; pero sabía hacer algo más que abrir la verja: era más lista que un doctor, que viaja en coche propio y paga impuestos.

– ¡Tengo que ir a verla! – dijo el joven. La casa donde residía era pequeña y linda, pero de aspecto tristón. No había ni un árbol ni una flor; junto a la puerta veíase una colmena, cosa muy útil, y un foso, donde crecía un endrino que había florecido ya y tenía ahora unas bayas de aquellas que no se pueden comer hasta que las han tocado las heladas, pues hacen contraer la boca. «He aquí el símbolo de nuestra prosaica época», pensó el joven; aquello era al menos un pensamiento, un granito de oro encontrado a la puerta de la adivina.

– Anótalo – dijo ella -. Las migas también son pan. Sé para qué has venido: no se te ocurre nada, y, sin embargo, quieres ser poeta antes de Pascua.

– Ya lo han escrito todo – dijo él -. Nuestra época no es como antes.

– No – contestó la mujer -. En aquellos tiempos quemaban a las brujas, y los poetas paseaban con el estómago vacío y los codos rotos. Nuestra época es muy buena, la mejor de todas. Pero tú no sabes captar bien las cosas, no tienes el oído aguzado, y seguramente por la noche no rezas el Padrenuestro. Los temas son inagotables, si uno los sabe manejar. Puedes extraerlos de las plantas de la tierra, de las aguas fluyentes y de las estancadas, pero necesitas comprender, tienes que aprender a coger un rayo de sol. Prueba mis gafas, ponte al oído mi trompetilla, ruega a Dios y deja de pensar en ti mismo. Esto último era muy difícil, más de lo que puede exigir una adivina. Diole las gafas y la trompetilla, y lo condujo al centro del campo de patatas. La mujer le puso en la mano un grueso tubérculo, que resultó sonoro; salía de él una canción con palabras: la historia de las patatas. He ahí una cosa interesante: una historia cotidiana en diez líneas; diez líneas bastaban. ¿Y qué cantaba la patata? Pues cantaba de sí misma y de su familia, de la llegada de las patatas a Europa, de los desprecios que habían debido sufrir antes de ser como son hoy, una bendición mayor que un terrón de oro.

– Por mandato del Rey fuimos distribuidas en las casas consistoriales de todas las ciudades y se publicaron bandos acerca de nuestro gran valor, pero la gente no les hizo caso, no sabían plantarnos. Uno abría un hoyo y metía en él toda una fanega de patatas; otro plantaba una aquí y otra allí y se quedaba esperando que saliera un árbol para sacudirle los frutos. Brotaron plantas, flores, tubérculos, pero todo se marchitó. Nadie adivinaba lo que podía haber en la tierra, en la bendición que eran las patatas. Sí, hemos resistido y sufrido; es decir, nuestros abuelos, pero ellos y nosotros somos una sola y misma cosa. ¡Qué historia la nuestra!

– Bueno, basta de esto – dijo la adivina -. Ahora mira el endrino.

– Tenemos también próximos parientes en la tierra de las patatas, sólo que más al Norte que ellas – dijeron las endrinas -. De Noruega vinieron unos normandos que, a través de la niebla y desafiando las tempestades, navegaban con rumbo a un país desconocido; allí, más allá del hielo y la nieve, encontraron hierbas y verdes prados, y unos arbustos que daban unas bayas de color azul negruzco: los endrinos. Los racimos maduraban al helarse, que es lo que hacemos también nosotras. A aquel país le pusieron por nombre Vinlandia, la tierra del vino, que es lo mismo que Groenlandia, o tierra verde, tierra del endrino.

– Es una narración muy romántica – dijo el joven.

– Lo es, en efecto, pero sígueme – dijo la adivina, conduciéndolo a la colmena. Él miró al interior. ¡Qué vida y qué ajetreo! Había abejas en todas las galerías, ocupadas en hacer aire con las alas para ventilar el edificio; aquélla era su misión. Luego llegaron otras abejas del exterior; habían nacido con cestitos en las patas y los traían llenos de polen, que una vez vaciado y separado, sería convertido en miel y cera. Entraban y salían, volando sin cesar; también la reina hubiera querido ir con ellas, pero entonces habrían tenido que marcharse todas las abejas. No era hora todavía. Ya le llegaría su turno. Y mordían las alas a Su Majestad para forzarla a quedarse.

– Súbete al borde del foso – dijo la adivina -. Echa una ojeada a la carretera; verás gente en ella.

– ¡Qué bullicio! – exclamó el joven -. ¡Esto es historia tras historia! ¡Qué manera de zumbar! Lo veo todo revuelto. ¡Me caigo de espaldas!

– Nada de eso, anda siempre derechito – dijo la mujer -. Métete entre el gentío, aguza el ojo, el oído y el corazón, y no tardarás en encontrar algo. Pero antes de que te marches devuélveme mis gafas y la trompetilla -. Y le quitó los dos objetos.

– Ahora no veo nada en absoluto! – dijo el joven -. Ni oigo nada.

– En tal caso, no serás poeta para Pascua – respondió la adivina.

– ¿Cuándo, pues?

– Ni la primera Pascua ni la segunda. No aprenderás a inventar nada.

– Entonces, ¿qué debo hacer para ganarme el pan con la poesía?

– ¡Oh, si sólo quieres eso, puedes conseguirlo antes de carnaval! Arremete contra los poetas. Si matas sus obras, los matarás a ellos mismos. Pero no te andes con miramientos. Duro con ellos, y tendrás bollos de carnaval para hartarte tú y tu mujer.

– ¡Lo que uno puede inventar! – dijo el joven, y arremetió contra todo poeta que encontraba, sólo porque él no podía serlo. Lo sabemos por la adivina; ella sabe lo que se puede inventar.

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Antecedentes

Interpretaciones

Lengua

„Lo que se puede inventar“ es un texto de Hans Christian Andersen que explora temas de creatividad, inspiración y el desafío de encontrar ideas originales en un mundo donde parece que ya se ha dicho todo. El protagonista, un joven que desea ser poeta, se siente atrapado en una época donde él cree que todas las ideas han sido agotadas. La historia sigue su búsqueda de inspiración, llevándolo a consultar a una adivina que le ofrece una nueva perspectiva.

La adivina, en este relato, representa una fuente de sabiduría poco convencional que le muestra al joven poeta que la inspiración puede encontrarse en los lugares más cotidianos y prosaicos. A través de ejemplos simples, como las historias de una patata y un endrino, Andersen ilustra que hay magia e historias en el mundo natural y en las cosas ordinarias, si uno sabe mirar y escuchar con atención.

El joven poeta, cegado por su deseo de crear algo trascendental y nuevo, aprende que lo que se necesita no es inventar todo desde cero, sino saber observar y reinterpretar el mundo que le rodea. Sin embargo, la moraleja final parece sugerir que su impaciencia y su deseo de reconocimiento pueden llevarlo por un camino más destructivo, arremetiendo contra otros poetas en lugar de encontrar su propia voz.

En esencia, Andersen utiliza este cuento para reflexionar sobre la naturaleza de la creatividad y el papel del artista en una sociedad que evoluciona, resaltando que la originalidad no siempre radica en lo completamente nuevo, sino en la capacidad de ver lo familiar con nuevos ojos.

„Lo que se puede inventar“ es una obra que se adentra en la mente de un joven aspirante a poeta que se siente frustrado por la aparente falta de ideas originales en el mundo moderno. A través de su interacción con una adivina, el joven descubre que las ideas no se encuentran en la novedad absoluta, sino en la capacidad de observar y comprender el mundo cotidiano con nuevos ojos. La adivina representa una guía espiritual y pragmática, mostrando que la verdadera poesía no reside en inventar desde cero, sino en reinterpretar y descubrir lo ordinario.

El cuento utiliza elementos simbólicos como las patatas, las endrinas y las abejas para transmitir lecciones sobre la perseverancia, el valor de la historia y la complejidad de las simples existencias. La patata cuenta su historia de ser malinterpretada y despreciada hasta convertirse en una bendición, mientras que las endrinas narran un viaje romántico desde tierras frías a una nueva vida. La colmena, con su laboriosa actividad, refleja el ajetreo de la vida y las estructuras sociales.

Finalmente, el joven es despojado de las gafas y la trompetilla de la adivina, símbolos de la claridad y la percepción amplificada, dejándole con el reto de encontrar su propio enfoque y voz poética. La adivina sugiere que, en lugar de desmoralizarse por la falta de originalidad, el joven podría optar por criticar a los poetas establecidos, un comentario satírico sobre la facilidad con la que uno puede hacerse notar en una sociedad crítica.

Así, „Lo que se puede inventar“ sugiere que la verdadera innovación poética está en la reinterpretación de lo cotidiano y que, aunque un aspirante pueda sentirse atrapado por la falta de novedad, todavía existen infinitas posibilidades si uno sabe buscar en los lugares adecuados. Hans Christian Andersen aborda la tensión entre la tradición y la innovación, mostrando que cada época tiene su propia riqueza de historias esperando ser contadas.

„Lo que se puede inventar“ de Hans Christian Andersen es un relato que explora temas como la creatividad, la frustración del escritor y el proceso de encontrar inspiración en un mundo que parece haber agotado todas las ideas. A través de su protagonista, un joven aspirante a poeta que busca desesperadamente nuevas ideas en un mundo ya saturado de creatividad, Andersen aborda el dilema eterno entre la originalidad y la influencia del pasado.

El joven, desalentado por la sensación de que todo ya ha sido inventado, busca consejo en una adivina, quien le ofrece una manera peculiar de observar el mundo. A través de una metáfora visual con gafas mágicas y una trompetilla, Andersen sugiere que la verdadera inspiración proviene de la capacidad de ver lo extraordinario en lo cotidiano, un mensaje importante sobre la percepción y creatividad. La adivina guía al joven por su entorno, mostrándole cómo incluso los elementos más simples—como una patata, un endrino o una colmena—contienen historias ricas y significativas.

La historia sobre la patata ilustra el poder de transformación y aceptación a lo largo del tiempo, mientras que el endrino lleva al joven a reflexionar sobre el descubrimiento y las conexiones culturales antiguas. La colmena de abejas es una metáfora de la actividad frenética y organizada, la laboriosidad y el sacrificio en comunidad, que puede compararse con el esfuerzo en la creación literaria.

Finalmente, Andersen ofrece una visión crítica de la industria literaria a través de la adivina, quien sugiere que si el joven no puede crear, puede optar por destruir el trabajo de otros para obtener éxito. Este giro irónico resalta la tensión entre la crítica y la creación, y abre una reflexión sobre la ética literaria y la envidia profesional.

En conclusión, „Lo que se puede inventar“ no solo anima a encontrar inspiración en el mundo que nos rodea, sino que también hace un comentario sobre las dificultades de ser un creador en una sociedad que valora más la novedad que la interpretación única y profunda de experiencias ya conocidas.


Información para el análisis científico

Indicador
Valor
TraduccionesEN, DA, ES, NL
Índice de legibilidad de Björnsson33.2
Flesch-Reading-Ease Índice34.6
Flesch–Kincaid Grade-Level11.6
Gunning Fog Índice14.3
Coleman–Liau Índice9.9
SMOG Índice12
Índice de legibilidad automatizado5.5
Número de Caracteres6.148
Número de Letras4.746
Número de Frases86
Número de Palabras1.086
Promedio de Palabras por oración12,63
Palabras con más de 6 letras223
Porcentaje de palabras largas20.5%
Número de Sílabas2.047
Promedio de Sílabas por Palabra1,88
Palabras con tres Sílabas261
Porcentaje de palabras con tres sílabas24%
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