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Un buen negocio
Grimm Märchen

Un buen negocio - Cuento de hadas de los Hermanos Grimm

Tiempo de lectura para niños: 12 min

Un campesino llevó su vaca al mercado, donde la vendió por siete escudos. Cuando regresaba a su casa hubo de pasar junto a una charca, y ya desde lejos oyó croar las ranas: „¡cuak, cuak, cuak!.“

– ¡Bah! -dijo para sus adentros-. Ésas no saben lo que se dicen. Siete son los que he sacado, y no cuatro-. Al llegar al borde del agua, las increpó:

– ¡Bobas que sois! ¡Qué sabéis vosotras! Son siete y no cuatro. Pero las ranas siguieron impertérritas: „cuak, cuak, cuak.“

– Bueno, si no queréis creerlo los contaré delante de vuestras narices. Y sacando el dinero del bolsillo, contó los siete escudos, a razón de veinticuatro reales cada uno.

Un buen negocio Cuento de hadas

Pero las ranas, sin prestar atención a su cálculo, seguían croando: „cuak, cuak, cuak.“

– ¡Caramba con los bichos! -gritó el campesino, amoscado-. Puesto que os empeñáis en saberlo mejor que yo, contadlo vosotras mismas. Y arrojó las monedas al agua, quedándose de pie en espera de que las hubiesen contado y se las devolviesen. Pero las ranas seguían en sus trece, y duro con su „cuak, cuak, cuak,“ sin devolver el dinero. Aguardó el hombre un buen rato, hasta el anochecer; pero entonces ya no tuvo más remedio que marcharse. Púsose a echar pestes contra las ranas, gritándoles:

– ¡Chapuzonas, cabezotas, estúpidas! ¡Podéis tener una gran boca para gritar y ensordecernos, pero sois incapaces de contar siete escudos! ¿Os habéis creído que aguardaré aquí hasta que hayáis terminado? Y se marchó, mientras lo perseguía el „cuak, cuak, cuak“ de las ranas, por lo que el hombre llegó a su casa de un humor de perros. Al cabo de algún tiempo compró otra vaca y la sacrificó, calculando que si vendía bien la carne sacaría de ella lo bastante para resarcirse de la pérdida de la otra, y aún le quedaría la piel. Al entrar en la ciudad con la carne, viose acosado por toda una jauría de perros, al frente de los cuales iba un gran lebrel. Saltaba éste en torno a la carne, olfateándola y ladrando: -¡Vau, vau, vau! -Y como se empeñaba en no callar, díjole el labrador:

– Sí, ya te veo, bribón, gritas „vau vau“ porque quieres que te dé un pedazo de vaca. ¡Pues sí que haría yo buen negocio! Pero el perro no replicaba sino „vau, vau, vau.“

– ¿Me prometes no comértela y me respondes de tus compañeros?

– Vau, vau -repitió el perro.

– Bueno, puesto que te empeñas, te la dejaré; te conozco bien y sé a quién sirves. Pero una cosa te digo: dentro de tres días quiero el dinero; de lo contrario, lo vas a pasar mal. Me lo llevarás a casa. Y, descargando la carne, se volvió, mientras los perros se lanzaban sobre ella, ladrando: „vau, vau.“ Oyéndolos desde lejos, el campesino se dijo: „Todos quieren su parte, pero el grande tendrá que responder.“

Transcurridos los tres días, pensó el labrador: „Esta noche tendrás el dinero en el bolsillo, y esta idea lo llenó de contento. Pero nadie se presentó a pagar. „¡Es que no te puedes fiar de nadie!,“ se dijo, y, perdiendo la paciencia, fuese a la ciudad a pedir al carnicero que le satisficiese la deuda. El carnicero se lo tomó a broma, pero el campesino replicó:

– Nada de burlas, yo quiero mi dinero. ¿Acaso el perro no os trajo hace tres días toda la vaca muerta? Enojóse el carnicero y, echando mano de una escoba, lo despidió a escobazos.

– ¡Aguardad -gritóle el hombre-, todavía hay justicia en la tierra! -y, dirigiéndose al palacio del Rey, solicitó audiencia. Conducido a presencia del Rey, que estaba con su hija, preguntóle éste qué le ocurría.

– ¡Ah! -exclamó el campesino-. Las ranas y los perros se quedaron con lo que era mío, y ahora el carnicero me ha pagado a palos-, y explicó circunstanciadamente lo ocurrido. La princesa prorrumpió en una sonora carcajada, y el Rey le dijo:

– No puedo hacerte justicia en este caso, pero, en cambio, te daré a mi hija por esposa. En toda su vida la vi reírse como ahora, y prometí casarla con quien fuese capaz de hacerla reír. Puedes dar gracias a Dios de tu buena suerte!

– ¡Oh! -replicó el campesino-. No la quiero -, en casa tengo ya una mujer, y con ella me sobra. Cada vez que llego a casa, me parece como si me saliese una de cada esquina. El Rey, colérico, chilló:

– ¡Eres un imbécil!

– ¡Ah, Señor Rey! -respondió el campesino-. ¡Qué podéis esperar de un asno, sino coces!

– Aguarda -dijo el Rey-, te pagaré de otro modo. Márchate ahora y vuelve dentro de tres días; te van a dar quinientos bien contados. Al pasar el campesino la puerta, díjole el centinela:

– Hiciste reír a la princesa; seguramente te habrán pagado bien.

– Sí, eso creo -murmuró el rústico-. Me darán quinientos.

– Oye -inquirió el soldado-, podrías darme unos cuantos. ¿Qué harás con tanto dinero?

– Por ser tú, te cederé doscientos -dijo el campesino-. Preséntate al Rey dentro de tres días y te los pagarán. Un judío, que se hallaba cerca y había oído la conversación, corrió tras el labrador y le dijo, tirándole de la chaqueta:

– ¡Maravilla de Dios, vos sí que nacisteis con buena estrella! os cambiaré el dinero en moneda de vellón. ¿Qué haríais vos con los escudos en pieza?

– Trujamán -contestó el campesino-, puedes quedarte con trescientos. Cámbiamelos ahora mismo, y dentro tres días, el Rey te los pagará. El judío, contento del negociete, diole la cantidad en moneda de cobre, ganándose uno por cada tres. Al expirar el plazo, el campesino, obediente a la orden recibida, se presentó ante el Rey.

– Quitadle la chaqueta -mandó éste-, va a recibir los quinientos prometidos.

– ¡Oh! -dijo el hombre-, ya no son míos: doscientos los regalé al centinela, y los trescientos restantes me los cambió un judío, así que no me toca ya nada. Presentáronse entonces el soldado y el judío a reclamar lo que les ofreciera el campesino, y recibieron en las espaldas los azotes correspondientes. El soldado los sufrió con paciencia; ya los había probado en otras ocasiones. Pero el judío todo era exclamarse:

– ¡Ay! ¿Esto son los escudos? El Rey no pudo por menos de reírse del campesino y, calmado su enojo, le dijo:

– Puesto que te has quedado sin recompensa, te daré una compensación. Ve a la cámara del tesoro y llévate todo el dinero que quieras. El hombre no se lo hizo repetir y se llenó los bolsillos a reventar; luego entró en la posada y se puso a contar el dinero. El judío, que lo había seguido, oyólo que refunfuñaba:

– Este pícaro de Rey me ha jugado una mala pasada; ¿No podía darme él mismo el dinero, y ahora sabría yo cuánto tengo? En cambio, ahora, ¿quién me dice que lo que he cogido, a mi talante, es lo que me tocaba? „¡Dios nos ampare! -dijo para sus adentros el judío-. ¡Este hombre murmura de nuestro Rey! Voy a denunciarlo; de este modo me darán una recompensa y encima lo castigarán.“

Al enterarse el Rey de los improperios del campesino, montó en cólera y mandó al judío que fuese en su busca y se presentase con él en palacio. Corrió el judío en busca del labrador:

– Debéis comparecer inmediatamente ante el Rey -le dijo-; así, tal como estáis.

– Yo sé mejor lo que debo hacer -respondió el campesino-. Antes tengo que encargarme una casaca nueva. ¿Crees que un hombre con tanto dinero en los bolsillos puede ir hecho un desharrapado? El judío, al ver que no lograría arrastrar al otro sin una chaqueta nueva y temiendo que al Rey se le pasara el enfado y, con él, se esfumara su premio y el castigo del otro, dijo:

– Os prestaré por unas horas una hermosa casaca; y conste que lo hago por pura amistad. ¡Qué no hace un hombre por amor! Avínose el labrador y, poniéndose la casaca del judío, fuese con él a palacio. Reprochóle el Rey los denuestos que, según el judío, le había dirigido.

– ¡Ay! -exclamó el campesino-. Lo que dice un judío es mentira segura. ¿Cuándo se les ha oído pronunciar una palabra verdadera? ¡Este individuo sería capaz de sostener que la casaca que llevo es suya!

– ¿Cómo? -replicó el judío-. ¡Claro que lo es! ¿No acabo de prestárosla por pura amistad, para que pudierais presentaros dignamente ante el Señor Rey? Al oírlo el Rey, dijo:

– Fuerza es que el judío engañe a uno de los dos: al labrador o a mí. Y mandó darle otra azotaina en las costillas, mientras el campesino se marchaba con la buena casaca y el dinero en los bolsillos, diciendo:

– Esta vez he acertado.

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Antecedentes

Interpretaciones

Lengua

El cuento „Un buen negocio“ de los Hermanos Grimm retrata la historia de un campesino cuya simplicidad e ingenuidad lo llevan a embarcarse en situaciones inusuales, pero que finalmente le resultan beneficiosas. La narrativa comienza con el campesino vendiendo una vaca por siete escudos, pero las ranas en una charca cercana lo confunden con su croar constante, llevándolo a tirar su dinero al agua con la esperanza de que „cuenten“ los escudos. En sus posteriores intentos de recuperar sus bienes, se encuentra con un perro al que le confía la carne de otra vaca, solo para ser decepcionado cuando el perro y el carnicero no le devuelven nada.

Estos eventos conducen al campesino ante el Rey, donde con su relato logra hacer reír a la princesa, acción que el monarca había prometido recompensar con el matrimonio, aunque el campesino se niega al estar ya casado. En lugar de eso, el Rey le ofrece un pago monetario que se malinterpreta y negocia con un soldado y un judío, llevándolos a un final irónico donde ellos reciben azotes en lugar del dinero esperado.

El cuento concluye con una capa de humor y justicia social, ya que el campesino vuelve a casa con una buena cantidad de dinero a pesar de la serie de percances que parecían adversos. La historia encapsula la mezcla de astucia accidental y encanto folclórico característicos de los cuentos de hadas de los Grimm, donde el sentido común del hombre común burlonamente supera las complicaciones del mundo.

„Un buen negocio“ de los Hermanos Grimm es un cuento que destaca por su tono humorístico y su crítica a la ingenuidad y la astucia. El cuento narra la historia de un campesino que, a lo largo de sus peripecias, demuestra una falta de comprensión del mundo que lo rodea y, al mismo tiempo, una extraña suerte que lo beneficia al final.

A través de una serie de intercambios absurdos y malentendidos, el campesino interactúa con ranas, perros, el carnicero, un Rey, un judío y un soldado. Su tendencia a interpretar literalmente las situaciones y su ingenuidad inicial lo llevan a perder su dinero varias veces. Sin embargo, a pesar de sus fallas, el campesino termina por obtener una recompensa significativa por haber hecho reír a la princesa. La historia culmina con el campesino recibiendo una gran cantidad de dinero del tesoro real y quedándose con una nueva chaqueta, mientras el judío, que buscaba aprovecharse de la situación, acaba siendo castigado.

El cuento juega con la noción de „buen negocio“ al mostrar cómo el campesino, a través de una serie de elecciones que no son las más sabias, termina en una posición favorable. A diferencia de muchos cuentos de hadas tradicionales que suelen tener moralejas claras sobre el bien y el mal, este relato se centra más en el entretenimiento y en resaltar las ironías de la vida y la fortuna. La historia también ofrece una crítica sutil sobre la percepción y el entendimiento humano, así como sobre la justicia y el poder de la risa.

El cuento „Un buen negocio“ de los Hermanos Grimm es un relato satírico que destaca por sus elementos humorísticos y una moraleja sobre la avaricia y la astucia. El análisis lingüístico del cuento revela varios aspectos interesantes:

Diálogo y onomatopeya: El cuento emplea diálogos directos y onomatopeyas („cuak, cuak, cuak“ y „vau, vau, vau“) que aportan dinamismo y comicidad. Estas onomatopeyas imitan el sonido de las ranas y los perros, subrayando el carácter absurdo de las situaciones y las interacciones del campesino.

Tono irónico: El tono irónico se percibe claramente a lo largo del texto. El campesino adopta una lógica ilógica al hablar con los animales como si estos pudieran entender y responder coherentemente. Esta ironía se extiende a la interacción con humanos, donde el campesino muestra una ingenuidad cómica al tratar negocios con un perro y luego con el cocinero del rey.

Caracterización del campesino: El protagonista está retratado como un personaje simple e ingenuo, pero también astuto de manera inconsciente. Su capacidad para causar risa en la princesa, a través de su pura ingenuidad e incapacidad para comprender el mundo, le garantiza el éxito al final. Esto sugiere que, a pesar de su simplicidad, su enfoque inusual de las situaciones genera resultados inesperados pero positivos.

Crítica social: La historia puede interpretarse como una crítica social. El campesino, un ser común y corriente, termina beneficiándose de un sistema que inicialmente lo despoja debido a su propia ignorancia. Los personajes del rey y el judío son caricaturas de las autoridades y el comercio, destacando temas de poder y desigualdad. El campesino, al final, triunfa sobre aquellos que intentan aprovecharse de él.

Moral implícita: La moraleja del cuento parece centrarse en la idea de que la simplicidad e ingenuidad, incluso si parecen defectos en un mundo complicado, pueden llevar eventualmente al éxito. Además, subraya las posibles consecuencias negativas de la avaricia, como se muestra en el caso del judío y el carnicero.

Estructura narrativa: La estructura del cuento sigue un patrón típico de la tradición oral con una construcción en bucle. Cada sección del cuento (las ranas, los perros, el rey) presenta un incidente central que resalta el carácter del campesino, generalmente terminando con una resolución inesperada que beneficia al protagonista.

En conclusión, „Un buen negocio“ es un cuento que utiliza un lenguaje sencillo, pero efectivo, para ofrecer entretenimiento y transmitir una enseñanza sobre la vida, usando el humor y la ironía como herramientas principales.


Información para el análisis científico

Indicador
Valor
NúmeroKHM 7
Aarne-Thompson-Uther ÍndiceATU Typ 1642
TraduccionesDE, EN, EL, DA, ES, PT, FI, IT, JA, NL, KO, PL, RU, TR, VI, ZH
Índice de legibilidad de Björnsson30.7
Flesch-Reading-Ease Índice39
Flesch–Kincaid Grade-Level10.6
Gunning Fog Índice14.6
Coleman–Liau Índice9.8
SMOG Índice12
Índice de legibilidad automatizado4.5
Número de Caracteres8.181
Número de Letras6.248
Número de Frases131
Número de Palabras1.438
Promedio de Palabras por oración10,98
Palabras con más de 6 letras283
Porcentaje de palabras largas19.7%
Número de Sílabas2.664
Promedio de Sílabas por Palabra1,85
Palabras con tres Sílabas368
Porcentaje de palabras con tres sílabas25.6%
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